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Ese o ese.

Si se atiende al enunciado del encabezamiento, este diálogo podría parecer una señal de auxilio. Una petición de ayuda desesperada. Una asistencia remota o adyacente ante un espantoso y tal vez incierto peligro. Una solicitud de ayuda diligente. Una mediación ante un acontecimiento de desproporcionadas consecuencias derivadas de un suceso irreversible, inquebrantable, definitivo. Una intercesión o ruego determinante, sin contingencias, referido a un accidente de tal magnitud que pudiera ser hasta letal. 

De la misma forma podría deducirse que el enunciado lleva implícito un exordio cuyo contenido rezuma, manifiesta o trasluce, deseos de amparo. De ruego. De imploración.  

Aunque tal vez, todo es posible, que del introito alguien concluya que en este discurso el autor pretende lograr una impetración, un deseo encarecido de apoyo en la toma de una decisión. De una disposición que para él estima esencial en pro de continuar con su proyecto vital. Y que, como él no puede tomar una determinación, solicita el auxilio de otro ser de la misma especie, o quizás de otra diferente, para que trate de mediar en su logogrifo. 

Lo cierto es que en virtud a este axioma de socorro, que parece evidenciarse en el enunciado del epígrafe, cuando un humano debe decidir ante cualquier dilema que se le presente, bien sea ese o ese, y no está capacitado para alcanzar su propósito, recurre a la súplica a través de un mensaje simbólico, que viaja a través de los signos del lenguaje. Y envía, queriendo o sin querer, una señal desesperada de salvamento: un ese o ese en toda regla. Pero ese no es el caso, ese es el título. Y no, como algunos creen deducir, un corolario.  

Ese o ese, insisto, no es una petición. No es una súplica: es una elección. Aunque, por qué no decirlo, a la vez es una advertencia del riesgo que siempre puede suponer la toma de una decisión para una causa de antemano perdida, y que deambula errante entre dos direcciones. Entre dos trayectorias. Entre dos caminos. Entre dos rumbos. Entre dos destinos. Entre dos vidas. Entre dos naturalezas. Entre dos existencias. Entre dos creaciones. Entre dos esencias. Entre dos universos.  

Sí, justamente entre ese o ese.

Segismundo.

1 comentario

Odradek -

Quizá ni ese ni ese. Apurar cielos pretende Segismundo, pero quizá ni en cielo ni en tierra se encuentra lo que merezca ser apurado, sino en cada paso, en ese momento y en ese otro, en ese y en ese y en ninguno de los dos aislado. Carpe diem, sí, pero cada día sucede a otro, cada interrupción supone una continuación, cada ruptura acompaña a una cotidianidad. Sólo las cosas que duran y son apenas perceptibles sostienen una vida; y que los grandes eventos no osen extraernos de la mano contigua y cotidiana.