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Pasatiempo invernal: los repetidores.

A nadie le pareció mal que gastáramos la infancia y la adolescencia leyendo y escribiendo. Lo vivían como un motivo de orgullo si eran familiares y como una prebenda, como una hospitalidad, si eran amigos. Leer y escribir resultaba entonces inofensivo.

Cuando hubimos de elegir carrera universitaria y nos lanzamos, a pesar de nuestra inteligencia y de nuestras calificaciones, a unos estudios humanísticos, algunos compañeros, técnicos y tecnológicos, nos exhortaron a que estudiáramos algo con futuro. Al fin y al cabo decían, siempre podríamos seguir leyendo y escribiendo en nuestros ratos de ocio, eso nos haría humanistas en medio de nuestro trabajo técnico. Leer y escribir es, al fin y al cabo, decían, un digno pasatiempo.

Después vinieron los estudios en la universidad y leer y escribir se convirtió para los demás en una gran inversión que daría sus frutos.

Para quien lee y escribe, los textos, son como las secreciones glandulares, no pueden evitarse. Pero los demás empezaron a preocuparse y cuando llegó el momento de buscar un trabajo nos pidieron que dejáramos de leer y de escribir a ese ritmo, que nos dedicáramos a cosas productivas y serias, porque, al fin y al cabo, leer y escribir eran pasatiempos. Como en esos persuasivos momentos en que creemos haber vivido lo que está sucediendo, nos percatamos de que los juicios se repiten como se repite el invierno sin que podamos evitarlo. Nos resistimos y tratamos de defender nuestra lectura y nuestra escritura explicándoles que no se trataba de un pasatiempo sino de una noble actividad de nuestra formación. Los demás dieron en pensar que éramos una suerte de alumnos repetidores, que necesitan mucho más tiempo para entender lo que otros cogen a la primera. Otros pensaron que nos habíamos convertido en diletantes que sabían por saber, por no saber parar.

Para todos nuestra actividad es un pasatiempo.

Lo he pensado bien y tienen razón, así es como me veo ahora:

Leer y escribir es eso, no sé por qué no les di la razón antes; lo único a lo que quiero dedicarme es a eso:

Ver cómo pasa el tiempo mientras a los demás el tiempo les pasa por encima como una apisonadora.

1 comentario

odradek -

Recuerdo, debo recordar, cómo las tardes de los viernes, antes del suave baño y del abandonado fin de semana, ese fin de semana sin amigos ni clases ni conversaciones,lloviendo al otro lado de la ventana, en una silla baja junto a un calefactor eléctrico, con vaso de leche al lado, releía una y otra vez los mismos libros, ni siquiera libros interesantes o de supuesta calidad literaria especial, pero sí mis mismos libros, una y otra vez repetidos, casi memorizados, ritualizados junto a esa ventana empapada y mis manos frías, mojones de confianza abriendo el fin de semana una vez más solo, agarraderos insistentes y casi compulsivos para mis manos que no otra cosa sabían tocar, y para mi cabeza que soñaba con paraísos ya tan perdidos tan pronto, ni dieciocho años, ni dieciséis pero ya perdidos, sin más que leer de nuevo, leer otra vez lo ya sabido, resguardando un espacio de calma, poco confortable, abrigado sin embargo, en el que perder el tiempo de una adolescencia atípica y escasa.
Escribamos, dices, dejémonos la vida escribiéndonos, pero leamos una y otra vez también lo que hemos sido a medias, repitamos una y otra vez que hemos sido a medias y estamos siendo sin sosiego.