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De besos y de milagros

Su primer beso se lo regaló una rubia de ojos claros. Aquella mujercita, inesperadamente, le colocó sus manitas en la nuca, y le apretó fuertemente contra sí. Luego, casi inmediatamente, unió sus labios a los suyo y le concedió un tímido pero intenso beso que duró apenas un instante para aquellos que lo pudimos ver; aunque para ambos, a buen seguro, duró toda una eternidad. Le ocurrió con tres años cumplidos. Yo, por mi parte, tuve que esperar treinta y cinco para que me sucediera un milagro semejante.

 

Segismundo. 

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