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cuadernosbenjamenta

A un hombre enamorado: aviso para “ese”.

Resulta francamente fácil matar a un hombre enamorado.

Sin embargo, un hombre enamorado no es débil, se hiergue como una barra que no amenaza pero que lo penetra todo. La imagen no tiene tintes eróticos o sexuales por casualidad. Se dijo así adrede pero no quiere expresar nada sexual y menos reproductivo. Un hombre está enamorado la mayor parte de su vida, por eso los hombres vivimos menos que las mujeres. Esa barra no es débil, es frágil. No hay quien tumbe una ramita tierna, puede pisarse y se dejará pisar, puede tumbarla el viento y se dejará tumbar, puede mecerla la brisa e irá donde le digan. No importa si la pisan, la tumban o le dicen dónde tiene que ir, una vez pase la bota se erguirá sin remedio y sin descanso, orgullosa de ver cómo se aleja el viento, dichosa de haberlo superado y deseosa de la siguiente brisa. Una barra erguida no se dobla, se parte y no puede recomponerse.

Un hombre enamorado alcanza el máximo de vitalidad, el mayor empuje y convicción. Cree que nadie puede tumbarlo y se enfrenta al mundo por su amor. Un hombre enamorado se enfrenta a su familia, a sus amigos, a su trabajo, a sí mismo, porque es partidario del amor. Un hombre enamorado cree que la medicina que tomó no tiene contraindicaciones, que su potencia es de tal magnitud que nadie se atreverá a contestarla. Y, en efecto, nadie osa interponerse en el camino de un hombre enamorado.

Excepto lo que ama. Hay amores que matan, dicen. En realidad sólo hay tres amores que matan a un hombre: una mujer, un hijo y la escritura. Los tres aprecian el amor sin condición del enamorado, su aspecto de hombre bala que todo lo puede por amor. Pero los tres son medicinas y, a la vez, venenos. Por eso a un hombre que ama lo mata el objeto amado; porque le hace sentirse tremendamente vivo.

            Un hijo que se encara contra el padre lo deja desnudo y desarbolado, sin potencia siquiera para continuar con sus funciones vitales. La escritura que se resiste lo deja a uno ridículo, asomándose después de años a la puerta del estudio y mirando a la familia que lo recibe como se recibe al que quiso montar una empresa que todos consideraron ruinosa antes de que apenas fuera imaginada.

Una mujer, pues eso.

            Por eso no sólo hay amores que matan, sino que sólo hay dos cosas que nos pueden suceder una vez en la vida, encontrar el amor y conocer a nuestro verdugo. Un hombre muerto no puede dejar de estarlo.

1 comentario

Segismundo -

ROSAURA: "[...] Y así, piensa que si hoy
como a mujer me enamoras,
como varón te daré
la muerte en defensa honrosa[...]".


Calderón de la Barca, La vida es sueño.